domingo, 13 de septiembre de 2009

ALAN MILLS, UN PUEBLO QUE TODAVÍA NO EXISTE, (Textos en prosa, 2005-2009), TEXTOS DE CARTON 2009

Alan Mills. Guatemala, 1979.

Ha publicado los libros Los nombres ocultos (2002), Marca de agua (2005), Poemas sensibles (Praxis, México, 2005), Testamentofuturo (www.librosminimos.org, 2007), Síncopes (Literal, México: 2007; Zignos, Perú: 2007; Mandrágora Cartonera, Bolivia: 2007; Demónio Negro –portugués, francés, español-, Brasil: 2009; Piedra Santa –inglés, español-, Guatemala: 2009) y Trenes de Alta Velocidad (Santa Muerte Cartonera, México: 2009).

Participó en Les Belles Étrangères, del Centre National du Livre, en Francia, 2008; y del Salon du Livre d’Amérique Latine, Francia, 2009. Traduce del inglés, del francés y del portugués.


ALAN MILLS, UN PUEBLO QUE TODAVÍA NO EXISTE, (Textos en prosa, 2005-2009)

jueves, marzo 08, 2007


Hiperrealidad

El pinche frío, los vinos. En el diciembre recién pasado nos dimos gusto haciendo chistes así muy esnobs. No estábamos en París, pero Madrid se avenía. Existe Chueca, Lavapiés. El tema, la risa era Baudrillard. Armábamos esas conversaciones en que sólo dos, como mucho tres, logran reírse a todo chorro, puesto que se trata de una fila de bromas intervenidas por determinados acuerdos simbólicos, previamente fijados entre los carcajeantes. Suena raro, cierto, incluso para mí, que me reía. Esnobs, al fin de cuentas. Entre risa y risa, Baudrillard dejó de ser un pensador posmoderno francés y lo convertimos en una muletilla, lo dije, en un chiste. La onda va en que por alguna razón todo nos terminaba pareciendo “hiperreal”. La actitud de nuestra huracanada amiga, su promiscuidad (más simulada que concreta), el bombazo en Barajas, la fiesta de año nuevo y sus pavorrealísticos desfiles de ego, amores efímeros. Cuando alguien se ponía delirante con sus historias... sentenciábamos, simplemente decíamos: “Baudrillard”. De inmediato las risas, esas tontas carcajadas nuestras, y la cara de extrañamiento (que no de estreñimiento) de los no iniciados. Irremediablemente, funciona así el esnobismo. Distancia + códigos. + otras cositas. Depende del contexto, vaya. En este momento me estoy sonriendo, por cierto: estos asuntos privados, tan extraños. Sí, porque intuyo que todo esto a Uds. no les resultará chistoso, tendría que ser Cortázar para causar gracia con banalidades de tamaña calaña. O que mi historia en sí tuviera gracia. Creo que aquí deja de funcionar la anécdota, se siente, así que voy a cambiar un poco el tono de este texto. Perdón, Sr. Lector, al menos logré que llegara hasta aquí. Según el genial ensayo de Jean Baudrillard, titulado “La precesión de los simulacros”, la “hiperrealidad” consiste en una circunstancia donde “la simulación no corresponde a una referencia, a una sustancia, sino a la generación por modelos de algo real sin origen ni realidad”. En esa línea, el simulacro terminaría dominando todos los ámbitos de la realidad, hasta un punto donde lo real llega a ser el simulacro mismo. Los que vivimos por messenger, los que ponen su fe en el Hi5, los blogueros, entienden, a lo mejor de manera “osmótica”, de lo que trata el asunto. También, infiero, podría avisarnos de lo “hiperreal” una flaquísima modelo, la cual simularía una belleza fijada por un “modelo” establecido con anterioridad a ella y que se transformaría en su belleza real en la pasarela, desproveyéndola de su anterior cáscara de belleza originaria (sin maquillaje, sin anorexia, sin el vestido Prada). Su estado original caería bajo el peso de lo "hiperreal", por no ser la original una belleza simulada ni representada ante los flashes. Como decir que en el fondo respira un esqueleto de belleza originaria obliterado por Prada, pero que vive y respira a través de su mismo simulacro. Extreme make-over simboliza otro ejemplo muy a la mano, más eficaz y directo para los que tienen cable. Ya. Para qué negar que vivimos bajo toneladas de maquillaje, llámense palabras, llámense méritos. Llámese discurso. Poesía. Diríamos que la luz no nos corta la sombra, la genera. Entre espejos se vive y poco sabemos de reflejar, nos desfigura nuestra propia mirada. Aterrados, tiramos los espejos: vidrios, chayes, sangre por el piso. Corte. No sé por qué ahora mismo recordé que “modelo” en francés se dice “manequin”. Claro, un falso amigo. Talvez se me anuncia el necesario cambio de tono. La anécdota se vuelve a imponer, siempre hace falta aceitar esta escritura. Era Madrid, era diciembre, y la charada nos resultaba hilarante, la aplicábamos a cualesquiera casos, aún cuando la noción no cabía del todo. Muy sanos de tanto reír. “Baudrillard” en La Latina, “Baudrillard” en el bar “La soberbia”, “Baudrillard” por allá y “Baudrillard” por acuyá. Risas y más risas. Esnobismo puro, nueva adolescencia bizarra, exaltada por postgrados y pose. Entonces, ¿no era también simulada nuestra carcajada señaladora de la "hiperrealidad" que nos circundaba? ¿No era de alguna extraña manera "hiperreal" que dos personas se fabricaran un chiste tan rebuscado? Llegado aquí, dejo de sonreírme. Anécdota en off. Porque lo genial de “La precesión de los simulacros” no reside solamente en su alocada, nerviosa prosodia, en la arbitraria y concisa configuración de categorías particulares, sino en su terrible potencial visionario. Estamos hablando de un texto publicado en 1978, donde Jean Baudrillard prefiguró, de una afilada manera, esa realidad virtual que hoy (2007) es implacable, y que hoy asume y sustituye bastantes renglones de nuestra, cada vez más difusa,“realidad”. Esta cuarta dimensión, www.xyz.com. Sí. No estaré tan errado si digo que tales textos visionarios son los que estallan de capacidad para marcar una época, o varias, para definir duraderas sendas de pensamiento. Aún para los legos en filosofía, o en teoría crítica (donde, obvio, me incluyo), textos de esta laya resultan fundamentales. El Manifiesto del partido comunista, verbigracia, funcionó tanto, hizo tal mella, entre otras cosas, porque era visionario y creativo. Umberto Eco nos recuerda que iniciar un libro político con la frase “Un fantasma recorre Europa”, no puede ser más que una genialidad, sobre todo si tomamos en cuenta que en aquella época un fantasma era algo que todavía asustaba. Hoy no significa lo mismo, desde el filme Los cazafantasmas sabemos que las cosas han cambiado, y un fantasma más bien luce como algo pegajoso y verde. O blanco y simpático, para los que recuerdan a Casper. El capitalismo y Hollywood nos han quitado el miedo a los fantasmas. Nos dan otros. A ver: “fantasma” hoy sería nada más que el nick de alguien en Facebox. En plural sería el título de una novela de Palahniuk (donde por cierto, muchos personajes ejemplifican con soltura la mentada simulación de esta época). Cambia, todo cambia, Sr. Lector, Mercedes Sosa y Heráclito en karaoke dixit. Al mismo tiempo, califico de genial al traductor que cambió la palabra “europa” por la palabra “mundo” en la primera frase del Manifiesto. Brillante, útil alteración. Hyperlink retro: Voltaire sabía de la importancia del estilo para contar la Historia, para fijarla. Nos apuntó en su Diccionario Filosófico que el estilo de Tito Livio, su gravedad, su discreta elocuencia, eran a propósito de la majestad romana, que el estilo de Tácito servía para describir tiranos, que el de Dionisio de Halicarnaso para descubrir antigüedades. Por eso no es un detalle menor la prosa enervada de Baudrillard. Por eso nunca es menor el estilo (aunque tampoco, incautos, lo es todo). “Bien écrire c’est à la fois bien sentir, bien penser et bien dire” (Buffon, aunque se puede notar que lo tomé de The unquiet grave). Esnobismo puro, alors. Distancia + simulación. O digamos: “Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir lo que no se tiene”, apuntaría el muerto. “El que simula ¿está o no está enfermo, contando con que tiene verdaderos síntomas?” Todo esto es muy confuso, lo acepto. No me culpen tanto, adiós sus piedras. Es extraño, pero sólo se teclea la palabra “Baudrillard” y uno empieza a escribir con ese tonito posmo que tanto nos espanta, o bien nos solivianta, a nosotros, tropicalísimos. Tristes tropiques, tristes. Afuera 31 tristes grados, pero hay buen viento. Sudor, adentro. Habría que conceder, por consecuencia, que para hablar de lo "hiperreal" en un entorno como el centroamericano, tendríamos que relacionar a los “niños reales” que mueren de hambre a cada hora, con la sincronización fotográfica que la cooperación y la caridad burguesa nos entrega en conspicuas exposiciones benéficas, por ejemplo. ¿Estos niños se vuelven reales porque los fotografiamos, al representar su presencia? ¿Si cae el árbol en el bosque y no lo escuchamos, es que el árbol no cayó? No busquemos respuestas, pérdida de tiempo, aquí la realidad se impone. Estos niños aparecen representados por sí mismos en los semáforos. Por su mero esqueleto y la llaga. Hyperlink: ¿no son las maras, su violencia, acaso, una profunda revancha de lo real, una manera brutal de decirnos “aquí estamos, no somos la imagen en el telediario, tocanos cabrón”? Qué fuerte. Las texturas barrocas y elocuentes del dolor nos investigan. La realidad parece un oscuro edificio de varios pisos y nos caemos. Ideas nomás, cosas complicadas de esta vida que invita al sueño. Anoche tuve uno, rarísimo, clarísimo, durmiendo en Antigua vino Epifanía. Sentía tanta paz, todo era tan “real”. No lo contaré. No aquí, el sueño. Conténtense con pensar en la Antigua Guatemala, que es una epifanía en sí misma. Aunque también, Baudrillard mediante, pensemos que la Antigua vendría siendo nada más una especie de simulacro del "glorioso pasado colonial", del potencial turístico de Guatemala, de “la belleza del país”. ¿Un montaje? “Baudrillard”, “Baudrillard” (rían los iniciados). Sí, es obvio que pasé a modo “Anécdota en on” sin avisar, y Uds. siguen sin encontrarme la gracia. Es que hoy desperté así, sin gracia, imaginando que si la Antigua Guatemala es la mejor ciudad para soñar, Madrid sería la mejor para vivir la noche, para emitir chistes malos acompañados de mojitos y cañas. Tapas. El Palacio de Gaviria para un remate a tono, estupefaciente. París sería, entonces y por derivación, el mejor lugar para que nazca un filósofo posmo (o postestructuralista, pues)... Pero esto último no es necesariamente cierto: Derrida nació en Argelia, Kristeva en Bulgaria, Guattari en Villeneuve-les-Sablons, Baudrillard nació en Reims. Y lo que ya no sé es dónde murió, pero Jean Baudrillard, Sr. Lector, está muerto. Desde ayer. ¿O estará que finge y se nos ríe desde el sueño? Ese bisnieto de Voltaire, primo de Derrida, hijo de Sartre y de Barthes. Pinches. No sé si lo dijo antes algún francés, pero E con qué nervio me lo escribe ahora: “No más risas Alan, la muerte, esa sí que no es ningún simulacro. Te abrazo desde París, llegué ayer, de Madrid. Ah, Rambeteau, qué barrio, se pasean unos negros y negras maravillosas.”.

Autor: Alan Mills. Género: Narrativa. Páginas: 68. Primera Edición Argentina: 50 ejemplares. Fecha: septiembre 2009. Precio: $15

Los libros se pueden conseguir en Llanto de Mudo Libros, Av. Colón 355, local 61, Galería Cinerama, Córdoba.

Ruben Libros, Dean Funes 163, local 1, Paseo Santa Catalina, Córdoba.

El Baul Libros, Ayacucho 319, Córdoba

Librería Del ciclista, en Barcelona Bar
Caseros 45. Córdoba

La Fábrica Espacio Cultural, Caseros 988, Córdoba

Pachamama, Argañaraz 22, Villa Crespo, Buenos Aires

El Nautiluz, Piedras 1205, casi esquina San Juan, San Telmo, Buenos Aires

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